La Nocturna no merece ser crucificada con una “segunda temporada”
La Nocturna ha sido lo "mejorsito" del 2017 y procedo a explicar mis argumentos del porque creo que no se merece una segunda temporada.
Debo reconocer que La Nocturna, como producción audiovisual, ha sido de lo poco rescatable de este año 2017, plagado de bionovelas ridículas, refritos vergonzantes, realities predecibles y noticieros infumables.
Sin embargo, por más que ciertos fans de la telenovela clamen por una segunda temporada de la misma, la sola idea me da escalofríos, me repugna y pasaré a sustentar mis razones de mi negativa:
a.) La Nocturna no es una serie, que son las que tienen temporadas: Agria discusión la que he sostenido respecto de que en Colombia no tenemos actualmente series, sino telenovelas que, en virtud de su mayor o menor duración, las quieren hacer pasar por series, pero en realidad no lo son. En las series, que son de emisión semanal, cada episodio tiene una unidad argumental en sí mismo y una relativa continuidad, al menos temática, entre sus diferentes episodios. Por su parte, la telenovela se difunde en forma de entregas habitualmente de lunes a viernes, pero sus episodios no poseen unidad argumental en sí mismos, sino que las tramas quedan abiertas para los capítulos siguientes; y, siguiendo las pautas del rating, su producción arranca sin un calendario previsto de cierre. La multiplicidad de tramas y el uso de personajes estereotípicos son otros rasgos que definen a la telenovela. Cuestión muy distinta es que una serie, como las diseñadas en Estados Unidos o Europa, se emitan de lunes a viernes en Colombia. Allá sí están muy diferenciadas las temporadas, e incluso, no necesariamente las mismas tienen un mismo número de episodios (siendo el estándar que tengan 13 episodios en su primera temporada, pudiendo disminuirse si no funciona en rating, o hacia las últimas temporadas, ser de menos episodios). En Estados Unidos también funciona la entrada de series alternativas en las mid-seasons, que buscan ser el reemplazo de otras que no calaron en el público; e igualmente la sindicalización, que hace que series que tuvieron su emisión semanal original, pero han alcanzado un número de episodios (normalmente más de 50) para pasar a emisión de lunes a viernes, sean retransmitidas de dicha manera (los habituales reruns). Pero La Nocturna nació y debe terminar como telenovela.
b.) Las segundas partes nunca han sido buenas: Dicho que aplica a la perfección en nuestra televisión nacional. Mientras la primera parte (me rehúso a llamarla “primera temporada”) de producciones como A corazón abierto, Sala de Urgencias ( que eran refritos de series norteamericanas), Yo soy Betty La fea, Pedro el escamoso o La mujer del presidente ( esta última que sí era una serie, pues se emitió originalmente los jueves y luego los sábados, y luego retransmitidos sus 60 episodios en Señal Colombia de lunes a viernes) gozaron del beneplácito del público o de la crítica, o de ambos, las segundas partes de estos pasaron con más pena que gloria. Incluso El Laberinto, segunda parte de La mujer del presidente fue un descalabro tal para Caracol, que la sacó del aire y la mandó a emisión web, donde naufragó esa historia que traicionaba, punto por punto, aquella serie de finales de los años noventa de Navas y Miranda. Con semejantes antecedentes ¿para qué arriesgarse?.
c.) El alargue ha mermado ostensiblemente la calidad de La Nocturna: Hablemos claro: La Nocturna merecía un mejor horario, y no las telenovelas de ínfima o inexistente calidad que han desfilado en este 2017 por el horario de las 9 de la noche en Caracol. De hecho, es probable que el canal no confiara del todo en este producto, pues lo relegó al horario de las 10 p.m., que venía de bodrios intragables como Sinú, río de pasiones, El Tesoro o Alias JJ –esta última que jamás alcanzó ni a oler los 10 puntos de rating que varias veces sí ha logrado La Nocturna-. Sin embargo, poco o nada queda de esa refrescante historia de personas adultas que buscaban salir adelante estudiando en la Academia Graham: La trama se disolvió con el alargue al que habitualmente Caracol somete a las producciones que le funcionan en rating. Ese es otro pecado del canal de La Floresta: Puede saber tener buenos comienzos de telenovelas, pero malos finales y aun peores alargues. Para muchos, el libreto saltó el tiburón desde el accidente donde muere Ángel, el hijo de Amelia. Para más Inri, ese accidente de tránsito coincidió con el final de Los Morales y el comienzo de Tarde lo conocí, que tenían escenas similares.
d.) Se enredaron demasiado los líos sentimentales de los protagónicos, y terminamos viendo tramas delirantes como aquella donde le salía un hijo no reconocido al profesor Mario; Alejandro se transformaba en Rosaura como cambiándose de camisa, el insufrible personaje de Luz Dary subía al elenco principal con su problema de adicción a las compras y de prostitución y terminábamos con el triángulo con hija de por medio entre Faber, Ingrid y Muriel. Personajes principales de la trama desaparecieron sin saberse cómo (Luis Herney), otros, sencillamente, desaparecieron de mala manera (Octavio, Vicky y sus gemelos, Mariana, etc.) y doña Pilar pasó de ser una alumna de la Graham con una posición acomodada, pero a la que uno de sus hijos le roba cuantiosos títulos valores, a ser dueña de la Universidad sin comerlo ni beberlo. Lo dicho, el alargue echó a perder lo que era una muy buena producción. El que mucho abarca, poco aprieta.
Ya resta poco para ver cómo Caracol trata de salir de este carrefour de historias. Pero es mejor verla terminar con el buen sabor que nos queda, y no amargarnos con una continuación hecha a las carreras y programada de mala manera, entre más bionovelas o narconovelas.
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