Hasta que te conocí: La historia que NO necesitábamos saber
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Hasta que te conocí: La historia que NO necesitábamos saber

Pink Sauce nos entrega una mirada crítica al nuevo estreno del Canal RCN Hasta que te conocí, bionovela del cantante Juan Gabriel.

Advertencia: Este post tiene spoilers de los episodios.

RCN da un paso al costado con la telerrealidad, que desde 2013 le ha producido cifras negativas (la mala racha viene desde Colombia tiene talento 2, luego PDNT, siguió con Idol Colombia en 2014, tuvo una sufrida mejora con el primer Masterchef Colombia, pero viene marcando otra vez mal desde Separados, pasando por Un minuto para ganar Kids, Masterchef Junior, Factor XF, Bailando Con las Estrellas, Sueño Futbol y Masterchef 2), y antes que programar un producto local, prefiere pasar en el horario de las 8 de la noche una ficción de TNT Series, con la producción de Disney detrás, en una frecuencia más propia de una telenovela: Hasta que te conocí, que cuenta la historia detrás de la construcción del showman Juan Gabriel, cuando apenas era Alberto Aguilera Valadez, un humilde niño huérfano de padre a muy tierna edad.

La novela se comienza a narrar en retrospectiva desde 1974 hasta la infancia del Divo de Juárez. No se oculta nada: Ni sus amaneramientos, ni su condición sexual (pero sin caer en el morbo), ni el origen pobre del artista mexicano. Aunque el recurso de esta narración retrospectiva ya está muy trillado en nosotros (sin ir tan lejos, lo vimos en Diomedes, el cacique de la Junta o en Celia), fue la forma elegida por esta producción para explicarnos las cosas. Ahí sí, el problema no es del producto como tal, sino de la saturación de bionovelas de cantantes que hemos tenido desde hace años y que no sabemos cuándo parará.

Dolores Heredia personifica a Victoria, la madre abnegada del artista, como tantas madres abnegadas de los artistas que hemos visto en las bionovelas nacionales. La fotografía del primer episodio trató de ponernos en contexto de la trama, en especial la de un México de finales de los años veinte, pero no lo logró. Pronto, la abuela casamentera de Juan Gabriel irrumpió en escena, y rondando por ahí, el coqueto padre del Divo hizo también su aparición, tratando de conquistar a Victoria, incluida la escena del coqueteo en la misa y la confrontación entre Victoria y Brígida, su madre, quien espera que su hija se comprometa con Manuel (aunque la madre de él no gusta del todo de esa relación) y no con Gabriel.

En el primer episodio veremos, entre otras, la escena en el río entre Gabriel y Victoria, que pudo ser mejor lograda. Lo mismo que la escena de las hipotéticas consuegras, que evidenciaría sus diferencias de clase social. Luego vino la cena de la pedida de mano entre Victoria y Manuel, tan fría como un iceberg, como la negativa de ella, desafiando a todos, que luego se corta con la de Juan Gabriel en un peaje, y da paso a la de los padres de Juan Gabriel encontrándose en las festividades del pueblo y luego haciendo el amor en el campo.

Tras el gusto, vino el disgusto: Victoria confiesa que entregó su virginidad a Gabriel, para la ira de su madre, que la llevó a la muerte, sepelio llevado a cabo entre los chismorreos del pueblo. Y también tuvimos boda desde el primer episodio: Victoria y Gabriel unen sus vidas y comienzan una convivencia no exenta de problemas: el crecimiento de la familia (llegaron a ser hasta 10 hijos, algunos fallecidos en la infancia), los temblores volcánicos que generaron un ensimismamiento por el fin del mundo en Gabriel, el desempleo de la madre y los primeros amores y desengaños de la hermana mayor del cantante, la riña en el bar del cuñado del padre y finalizando en parto del Divo.

Sin embargo, en temas de edición, el primer episodio se hizo predecible, plano y aburrido. La narración de Julián Román como voz en off durante los episodios llega a ratos a ser ininteligible. La musicalización, a diferencia de muchas bionovelas, es la justa. No se vuelve todo una “maldita rockola”, ni cantan porque sí y porque no. Pero párese de contar.

No nos engañemos: a diferencia de lo que dice RCN, esta producción no es ningún regalo a la teleaudiencia nacional. Si la quieren ver, en YouTube y otros canales de video están montados todos los episodios. RCN debe más bien reconocer que la programan solamente por la situación accidental de que Julián Román es el protagonista, polémicas al margen – bueno, en la película de Selena hubo una polémica similar por la elección de Jennifer López y salió como salió-.

Además, bien sabemos que el comité de aplausos en redes sociales del canal rival, atacará a tomatazo virtual todos los talones de Aquiles de esta producción: su corta duración (pues fue producida y emitida como una serie de 13 capítulos, no como una telenovela de lunes a viernes), el hecho de ser un producto hecho y pensado para otro mercado distinto al colombiano –ya veo venir la protesta mamerta de que “quita empleo a los actores colombianos”- o de narrar la historia de un artista extranjero – RCN parece que no aprendió nada del fracaso de Celia- y hasta hilando mas delgadito, algunos hasta se harán cruces de que la historia de amor de la trama no sea necesariamente heterosexual, así se maneje con respeto, por lo que puede que arenguen que “no es apta para el horario de las 8”. Debe ser que todos debemos más bien ver las peleas en trajes de baño cada vez más cortos de la competencia de esta producción, que es mas “sano”. Para Caracol, claro está.

RCN seguirá con sus quebraderos de cabeza en un horario que se le sigue negando. Tienen productos entre el tintero, pero no hay una estrategia clara de qué lanzar, solo se hace ensayo-error. Y Hasta que te conocí es otro error. La mecánica audiovisual actual ya no tiene como novedades productos como estos, cuyos consumos pueden encauzarse en los precitados canales de video o en la TV por suscripción. Mientras RCN no lo asuma con seriedad, las cifras seguirán a la baja en el canal de las tres letras.